19 junio 2007

HABLANDO CON ESPAÑOLES

“Hitza hormaren kontra”, de Víctor Alexandre, es un libro didáctico de principio a fin. En el diálogo que expone, Fernando, su contrario español, utiliza todos los tópicos con que nos regala cotidianamente la “intelectualidad” hispana. En Víctor, todas las más elementales razones humanas y democráticas del valor de la autoestima, de la emancipación de las personas y sociedades adultas, en resumen: de la independencia.

En el año 1965 Julián Marías, discípulo de José Ortega y Gasset, publicó quince largos artículos en un periódico de Catalunya con el título común de “Consideración de Catalunya”; durante el siguiente año fueron editados como libro con el mismo título. Con seguridad era la primera aproximación que, tras la guerra de 1936-39, realizaba un intelectual español a la realidad catalana sin agresividad y con un talante de diálogo y comprensión. La perspectiva de Marías consistía obviamente en la imposibilidad de comprender la realidad catalana de forma distinta de la que supone su “pertenencia” a España, aun respetando su “hecho diferencial”, eso sí, como particularidad “regional”.

En 1967 un gran intelectual y político catalán, Maurici Serrahima, escribió y publicó, dentro de las limitaciones en cuanto a libertad de expresión propias de la época, una hermosísima respuesta a Julián Marías: “Realidad de Catalunya. Respuesta a Julián Marías”. En un libro sosegado, respetuoso y de gran rigor intelectual, Serrahima discute y rebate los planteamientos de Marías.

Hoy es otro tiempo, pero los prejuicios que flotan en el ambiente español con relación a la realidad catalana, y, también por supuesto, a la vasca siguen siendo semejantes. Víctor Alexandre ha “modernizado” el diálogo. Marías escribió su libro, Seharrima el suyo con sus respuestas y argumentos, pero, al mismo tiempo, ambos se cruzaron gran cantidad de cartas con este asunto como argumento. El libro de Víctor tiene la misma intención que la planteada en el diálogo Marías-Serrahima. Aquella correspondencia se realizó, obviamente, vía correo convencional. Hoy estamos en otra época y el correo electrónico campa a sus anchas y ha arrinconado al clásico hasta casi su extinción.

Los emails son, normalmente, más breves y sintéticos que las cartas de la correspondencia clásica. Lo que pierden en estilo literario, ganan en inmediatez, capacidad incisiva y actualidad. Y este es el planteamiento del libro de Víctor. Reproduce el diálogo cruzado entre dos amigos: uno, Fernando, español, de Madrid, con residencia en Luxemburgo, el otro, Víctor, catalán residente en Catalunya, pero corresponsal en su día de tres medios de comunicación en Alemania.

Desde Euskal Herria la situación que plantea el debate se nos hace familiar. En Vasconia quienes proponemos la emancipación de Navarra sufrimos, pienso que más todavía que en los Países Catalanes, la acusación de “etnicistas”. Hace falta mucho desparpajo y cara dura para que sean los españoles, con todos los conocidos antecedentes que, indudablemente, han marcado su actual cultura política y social, quienes nos imputen semejante título.

Hoy, las perspectivas de futuro de ambas naciones se están planteando desde posiciones ciudadanas, de libertad y progreso, de bienestar y solidaridad. Cosa que no ocurre en los herederos de la Reconquista, de Isabel y Fernando con la expulsión de los judíos y la Santa Inquisición, del genocidio americano y del sometimiento de Navarra y Países Catalanes, entre otros muchas sombrías hazañas históricas.

18 junio 2007

LA PALABRA CONTRA EL MURO

Dentro del relativo desconocimiento recíproco que se produce entre las realidades sociales y políticas de fondo catalana y vasca, el escritor y periodista Víctor Alexandre es una persona que, sin ser un político mediático, es conocido en Euskal Herria a través de sus artículos en Berria y en la página web de Nabarralde.

Autor de una extensa producción de libros, muchos de ellos auténticos best sellers en Catalunya como “Jo no sóc espanyol” (1999), “Despullant Espanya” (2001) y “El cas Carod” (2004), ha visto dos de ellos traducidos al español: “Yo no soy español” (2003) y “El caso Carod” (2004). Curiosamente ambas traducciones sólo han tenido una buena acogida en nuestro país, mientras que en el resto del territorio del estado español sus ventas han sido escasísimas.

Actualmente se representa en Catalunya una obra suya de teatro, “Èric i l’Exèrcit del Fènix”. Es la perspectiva jocosa de un grave suceso ocurrido en 2004, cuando la Guardia Civil detuvo a un niño de 14 años acusándolo de “terrorismo” por enviar varios correos electrónicos firmados por “l’exèrcit del Fènix” a empresas que no etiquetaban sus productos en catalán. Las esperpénticas situaciones vividas por Eric Bertran ante las instancias policíacas y judiciales hispanas harían reír si no fueran una violencia gratuita ejercida con sadismo sobre un chaval de 14 años.

Es una buena noticia que “La paraula contra el mur” haya sido traducida al euskara: “Hitza hormaren kontra”. Por el prestigio y autoridad de su autor y por el valor de la obra en sí misma.

El pez en el agua, las aves y mamíferos en el aire, cada cual a su modo, respiran sin ser conscientes de ello. Es su “medio natural”. Si ese medio falla, cuando el pez es “pescado” o si un ave o mamífero no tiene suficiente oxígeno en el aire, mueren. Da la sensación de que españoles y franceses tienen en lo que ellos consideran sus “naciones” respectivas algo semejante. Si se interpela lo que imaginan su “medio natural”, la “nación” marcada por los límites impuestos por sus estados respectivos, no pueden sobrevivir, se ahogan. Esta reacción es, hasta cierto punto, inconsciente.

El funcionamiento por actos reflejos (recordemos el conocido experimento de Pavlov en el que un acto reflejo condiciona la excitación gástrica por un mecanismo asociado a la comida, pero independiente de la misma) es un modo irreflexivo de comportamiento. El ser humano se caracteriza por la capacidad de reflexión y razonamiento, pero hay muchas situaciones en las que a la misma se sobrepone la reacción refleja.

El adoctrinamiento teórico y, sobre todo, práctico que los estados imperiales inculcan en sus súbditos en el ámbito “nacional” conlleva que la puesta en cuestión del mismo provoque una respuesta del tipo de la del perro de Pavlov. Ante lo que ellos consideran una amenaza a su estatus “nacional” reaccionan irreflexivamente. Pero eso no es lo peor, se rebelan con furia.

Lo normal en las personas parece que debiera ser una actitud receptiva ante las razones, expuestas sin acritud, de alguien que en el aspecto organizativo de las sociedades humanas tiene un punto de vista diferente. Pero, por desgracia, no es así. Todo esto queda perfectamente reflejado en “La palabra contra el muro”. El diálogo que plasma no tiene ni acritud, ni furia, ni violencia explícita. Y, sin embargo, la violencia está latente en la perspectiva de quien se posiciona en la defensa del actual estado de cosas.

Existe un “aire” que se da por supuesto. Es como si la liebre dijera a la trucha ¿cómo puedes vivir sin “aire”? Y a la trucha le cuesta muchísimo explicar que ella también respira “aire” pero que, para el lograr el funcionamiento regular de su metabolismo, lo hace de otro modo; que sus branquias son capaces de tomar el oxígeno que necesita del aire disuelto en el agua en la que vive y que no lo absorbe de la misma forma que la liebre lo adquiere a través de sus pulmones, del aire directamente.

Pero los humanos no somos ni truchas ni liebres. Podemos razonar y expresar nuestro razonamiento por el discurso. Eso es lo que intenta Víctor en el diálogo con su amigo español. Digo que “intenta”, ya que, tras leer el libro, da la sensación de que no lo consigue. Efectivamente, la posición de su amigo varía muy poco de principio a fin. Es capaz de comprender el hecho diferencial de Catalunya, pero siempre que forme parte de “su nación española”. Parece que la forma de respirar de las sociedades que él considera como españolas no puede ser realizada de otra forma. No puede concebir que sean capaces de vivir en otro medio, en un Estado independiente con el que se relacionen de igual a igual.

Pero también existe la otra cara de la moneda, la de quienes participando de una sociedad dominada se resignan a su mantenimiento y colaboran a su sumisión. Hay una emoción humana que, como tal, va más allá de la razón: el miedo. Ya Erich Fromm hace muchos años escribió “El miedo a la libertad”, una decisiva aportación al miedo que en la naturaleza humana va unido a asumir el riesgo de la libertad y de la responsabilidad asociada. En las situaciones de sometimiento, tanto a nivel personal (mujeres que sufren maltrato doméstico o trabajadores que sufren acoso laboral, por ejemplo), como social (naciones dominadas, grupos étnicos marginados) se produce este fenómeno. Para muchas naciones y personas es más “cómodo” permanecer en subordinación y llorar por su causa, pero sin hacer nada efectivo para liberarse.